Estar 24/7 activo sexualmente o ser el proveedor de la tranquilidad, la seguridad o la estabilidad económica en la pareja, éstas son algunas de las cargas que trabajo con los hombres que deciden comenzar un proceso de Terapia Feminista conmigo, porque, ¿alguna vez te has parado a pensar en los costes que conlleva no ser el hombre que los/as demás esperan?
Hace unos días escuchaba en 2 Rubias muy legales, el podcast de Raquel Córcoles y Henar Álvarez, que, dentro de las parejas heterosexuales cada vez es más usual que sean las mujeres las que cobran más que sus compañeros. Obviamente, ésta no es la regla general, ya que la brecha salarial entre mujeres y hombres en España continúa estando entre el 22 y el 24%.
Sin embargo, esto me hizo pensar en el peso que muchos hombres sufren por no poder elegir y tener que hacerse cargo de realidades nada sencillas, sin un apoyo profesional que les permita hacer un trabajo emocional de aquello que van sintiendo en cada una de las situaciones que enfrentan.
Y he aquí un mandato social más: «como hombre, haces las cosas solo, y no te vayas a quejar o ir llorando como una niña». En alguna ocasión, me ha tocado ser «el hombre de familia» (vaya expresión más horrible), y responsabilizarme de la economía doméstica, y créeme, te entiendo, no es nada fácil. Hay días en los que llegas enfadado a casa, en los que quieres mandarlo todo a la mierda, en los que te sientes solo e invisible, y acabas evadiendo con el consumo excesivo de alcohol, tus ganas de hacer las cosas de manera diferente.
Pero oye, hay solución: la Terapia Feminista entiende tu rabia, tu frustración, y abre una puerta también a tu tristeza que, como hombre, no te está permitido expresar, y te ayuda a generar formas de comunicación que te permitan salir de esa espiral de soledad y autosuficiencia impuesta para que puedas, ahora sí, elegir qué es lo que quieres hacer con tu vida, tu familia y tu relación de pareja.