Las mujeres queremos disfrutar con libertad de nuestra sexualidad

Como profesional de la Terapia Feminista no puedo dejar de manifestar que aún, a día de hoy, la experiencia de muchas mujeres con su sexualidad sigue siendo tremendamente traumática. Gran parte de las mujeres heterosexuales que han iniciado un proceso de Terapia Gestalt conmigo me relatan episodios deshumanizantes, de abuso e incluso violencia.

Las mujeres seguimos sin poder disfrutar con libertad de nuestra sexualidad. Si renunciamos al modelo de «mujer beata» dejamos de poseer nuestros cuerpos, para muchos hombres, nos convertimos en putas, sus putas, mujeres a su servicio, mujeres cuyos «nos» ya no valen nada.

Hace diez años publicaba «No es No» en Pikara Magazine. Hoy, a pesar de la promulgación de la Ley de garantía integral de la libertad sexual, en las sesiones de Terapia Feminista las mujeres continúan sintiéndose culpables y repasando qué es lo que hicieron mal, mientras nadie se pregunta qué es lo que ampara a los hombres para actuar de esa manera.

Marta Mediano

«Es como la que se pone escote y luego espera que le miren a la cara». Entiendo que debe ser realmente complicado para un hombre entender las lógicas que día a día  sufrimos esa otra mitad de la población a la que denominan «las mujeres».

Habitualmente les escucho hablar sobre ese “ser extraño”, que no es otra cosa que sus madres, sus parejas, sus amigas, personas cotidianas y fundamentales en sus vidas que se difuminan y pierden el rostro cuando lo que se cuestiona es su manera de relacionarse con ellas.

Aquella tarde, lejos de casa, no quise jugar la baza del «aquí está mi chico, tu vecino» porque eso habría sido darle la razón. Pero me sentía tan cansada que estuve tentada a hacerlo.

Los hombres deberían respetarnos por lo que somos no por lo que representamos dentro de este indeseable sistema patriarcal que nos constriñe. No queremos ser más «la hija de», «la hermana de» o «la novia de fulanito». Queremos que tengan en cuenta nuestra decisión y sobre todo, que la respeten.

Durante aquellos días me pareció divertido, diferente. Me gustaba sentirme deseada de esa manera tuya tan irracional, que me escribieras a cualquier hora sólo para decirme que no podías dejar de pensarme. Me dije que por qué no probar, agarré los dados que soltaste sobre mi escritorio y dejé que me pasearas por el tablero.

Si salimos de noche tenemos que sufrir a los «moscones de discoteca», auténticos acosadores nocturnos que no aceptan jamás un «no» por respuesta. Con frecuencia cuando un hombre intenta seducirnos, nos vemos obligadas a demostrar que nuestros «nos» son «nos» sin condiciones, como si la conquista de nuestro corazón -o nuestra entrepierna- incluyera terribles pruebas de resistencia.

Chantajes, manipulaciones, existen hombres que no salen de casa sin sus instrucciones sobre   sobre «Cómo comportarse para arrancarle esa «última» cita que tanto deseas: Invítala a un café y rápidamente responde que sólo una bruja sin corazón podría negarse». Él sabe que eres una santa, que te educaron para no herir a nadie, y quiere aprovecharse, quiere desvirgarte sin contemplaciones.

Las mujeres no podemos disfrutar con libertad de nuestra sexualidad. Si renunciamos al modelo de «mujer beata» dejamos de poseer nuestros cuerpos. Nos convertimos en putas, sus putas, mujeres a su servicio. Mujeres cuyos «nos» ya no valen nada.

«Varios meses después yo puse mis ojos en otro cuerpo y nuestra «historia» a fuerza de obligarme perdió toda su intensidad.

Ya no era divertido, ya no era un juego, era la imposición imposible de un príncipe caprichoso que no quería reconocer que lo que sostenía sobre sus manos no era ya más que un juguete roto: «quiero jugar, quiero jugar, y tú también tienes que querer conmigo porque un día quisiste».

«No quiero hacerlo, no voy a hacerlo más, por favor acéptalo y no me molestes». Nueve meses después aún recibo sus mensajes pidiéndome «hacer las paces».

Convénzanse de que por mucho que rellenen nuestras copas, eso no va a convertirles en alguien más apetecible. ¿En serio quieren restregarse a toda costa con alguien que piensa que despiertan el mismo interés que un chimpancé rascándose las pelotas?

Que un día nuestra cabecita efervescente se planteara intercambiar fluidos contigo no nos convierte en un polvo en tu recámara. Asúmelo de una vez y deja de acosarnos. No es No