Cada vez más personas acuden a profesionales de la psicología, ya sea de la Terapia Feminista u otras corrientes, y esto siempre es positivo porque significa que se ha normalizado el realizar un trabajo emocional cuando sientes algún malestar en tu día a día, igual que vas al traumatólogo si tienes un problema de huesos. Sin embargo, debemos estar atentas y atentos a dos cosas:
- Si la necesidad de cuidar tu salud mental crece y crece sin parar debemos preguntarnos cuál es la razón, porque si tu ansiedad o tus sentimientos de desesperanza tienen que ver con el sistema educativo, el mercado laboral o una relación de pareja que no puede estar más impregnada de mandatos sexistas y heteropatriarcales, puede que haya llegado la hora de incorporar a tu visión el enfoque de la Terapia Feminista que aboga primero por colocar la responsabilidad de tus síntomas a quien realmente le corresponde: la sociedad y todos esos aparatos arcaicos y explotadores que van de la mano del sistema capitalista y machista que nos oprime.
- Si continuamente andas analizando lo que dijiste, hiciste o te ocurrió, has estado en procesos terapéuticos antes (casi nunca con enfoque de Terapia Feminista) y hablas y hablas y sin parar (con un lenguaje que más querían muchos y muchas profesores de la facultad de Psicología), de lo que vives o has vivido, es urgente que te reincorpores a la autopista hacia lo emocional.
Porque está bien que las personas sepamos identificar si tuvimos dificultad poniendo un límite o creamos habernos sentido disociadas (aunque ya te adelanto que este concepto se ha banalizado y distorsionado bastante últimamente), pero es aún más importante que seamos capaces de integrar lo que sentimos o experimentamos con nuestras propias palabras. No se trata de comenzar un proceso de Terapia Feminista para vivir bajo el yugo del sobreanálisis o lo que yo llamo la terapización de la vida. Tu proceso es tuyo y no necesita subtítulos ni categorizaciones. Realizar un trabajo emocional no debe impedir que vivas espontáneamente, entender lo que te pasó está perfecto, da mucha tranquilidad, pero tiene que ir de la mano de escucharte honestamente y eso muchas veces es lo que más nos cuesta individualmente.
Y, por último, recuerda esta clave: no puedes pasar más tiempo hablando de lo que sientes que sintiendo de manera auténtica.