¿Qué demonios es eso del instinto maternal?

Todas las mujeres, con independencia de su edad, se han visto forzadas, en algún momento de su vida, a preguntarse si querían o no ser madres. Y digo “forzadas” porque si algo aparece recurrentemente en las sesiones de Terapia Feminista, es el malestar que provoca el no tener clara la respuesta o encontrar una que no encaja con lo que la sociedad espera de nosotras.

¿Se supone que tiene que gustarme que mi compañera no pare de mandar fotos de su hija al grupo de whatsApp del trabajo? ¿Por qué todo el mundo entiende que si no tengo hijos es porque mi chico no quiere? Pero, ¿y si soy madre y no sé reconocer qué le pasa a mi bebe cuando llora? Elena me hacía estas preguntas hace unos años en su primera sesión de Terapia Feminista conmigo, tras un periplo personal de meses en busca de una auténtica  profesional de la Terapia Feminista.

Elena siempre tuvo claro que le gustaba tratar con niños/as y, de hecho, se formó para trabajar de ello (es maestra de Educación Infantil), sin embargo, durante nuestras sesiones de Terapia Feminista, siempre le provocaba una cierta tristeza el no sentir dentro de ella eso del “instinto maternal”.

Hace dos semanas, Elena dio a luz a su hija Ainara y yo recibí este esclarecedor mensaje: «Marta, por fin he entendido lo que veíamos en terapia. Es muy fuerte esto que nos hacen creer. Hasta que no me he visto cambiándole la sábana a la cunita de la niña no he caído: no era nada nuevo para mí, y me ha seguido acompañando esa sensación de «esto ya lo he hecho yo antes” cada vez que le preparo el baño, le cambio el pañal o la ropita».

Y es que esa supuesta naturaleza femenina es algo que aprendemos y no de manera espontánea, si no, por ejemplo, a través de nuestra propia mirada (observando como suelen ser las mujeres las que se encargan de estos cuidados), o a través de los juguetes que recibimos o incluso pedimos, influenciadas por los mensajes de la sociedad. 

Hayas pensado o no en ser madre, la Terapia Feminista te invita a observar la delgada línea entre y lo deseado y lo aprendido, es decir, entre lo que tú quieres hacer con tu vida y lo que te han dicho que vas a saber hacer sin siquiera plantártelo.