Cuando lo mejor para ti es romper con tu familia

Ayer, en sesión, C., uno de mis pacientes de Terapia Feminista me contaba la rabia y la tristeza que le había causado una conversación con su tía. Me relataba que en su relación jamás se había sentido tranquilo porque siempre tenía la sensación de que su tía se callaba algo. Nunca había acabo de creerse que sintiera amor por él, y esto le había hecho culparse muchas veces por ser tan distante y desconfiado con ella. Sin embargo, la semana pasada, y de manera repentina a través de una llamada de teléfono, ella le había expresado después de un “Hola, guapo”, el odio y desprecio que sentía por él desde hacía años.

Tras un trabajo emocional profundo, C. tomó conciencia de cómo en ese ala de su familia, la desconfianza y el desprecio de unas personas a otras era la tónica general. “Mi abuelo, me hablaba igual, siempre estaba en tensión con él porque sabía que en algún momento me soltaría algo que me dolería profundamente, eso sí, sin dejar de sonreírme”.

A veces nuestra familia no es el lugar de cuidado y protección que necesitamos. Las formas de relacionarnos con ella, que aprendemos en nuestra infancia, y las emociones que éstas nos provocan, afectan en nuestra visión del mundo y del resto de las personas. De alguna manera, proyectamos en las personas de nuestro entorno la desconfianza, la brutalidad o el desprecio que recibimos de nuestros/as familiares.

Por ello, en la Terapia Feminista no ponemos el foco únicamente en lo individual, comprehendemos también nuestro sistema familiar, las dinámicas y creencias que lo rigen y el lugar que ocupamos dentro de ella y, a veces, nos damos cuenta de que lo mejor para nosotras/os es romper con nuestra familia.