El 8 de marzo no se celebra

Desde el primer momento que la vi, me encantó está publicación de La Prados. Me pareció que, por fin, alguien había plasmado en una imagen bien sencilla, lo que siento cada 8 de marzo. Porque en la Terapia Feminista, como en la lucha por la igualdad, si algo me gusta es la claridad, lo simple.

A menudo nos liamos de más, tratamos de adornar nuestras palabras, explicar por qué sí o por qué no escogimos tal o cual expresión, y lo regamos todo con un montón de colores y brilli brilli, y ¿para qué? Para que el del otro lado no se enfade, para que no nos deje de querer mamá, para seguir siendo las/os más guays del trabajo.

¿Y cuál es el resultado después en las sesiones de Terapia Feminista? Que las mujeres y hombres valientes a los que acompaño viven frustrados, sienten que su entorno no les entiende y a veces, viven apesadumbrados. No les juzgo, a mí también me pasa, aunque si soy sincera conmigo si hay un lugar donde cada vez me ocurre menos, es en la lucha feminista.

El 8 de marzo no se celebra, el 8 de marzo es un día de lucha más porque a mujeres y hombres nos educan diferente, porque las mujeres a penas ocupamos espacios de poder, porque existen hombres violentos, hombres que matan y agreden a otros hombres, y sobre todo, a las mujeres, porque “ser mujer” significa cobrar menos, caminar con miedo por la calle, haber vivido en algún momento de tu vida una agresión machista, ser la protagonistas de chistes donde eres la puta, la maruja o la rubia tonta, porque “ser mujer” es una entelequia, un lugar oscuro donde tratan de encerrarnos, una condena que solo existe en la imaginación de aquellos que no nos quieren libres.

Así que, volviendo a La Prados, no me felicites, que no es mi puto cumpleaños (y empieza a despatriarcalizar los espacios en los que te mueves).