Enfadarse es bueno para tu salud: no te lo tragues

El trabajo emocional con el enfado es uno de los que más cuestan en la Terapia Feminista, y por ello, también, es uno de los más necesarios. Expresar enfado para muchas personas  es visto como algo negativo que las convierte en víctimas o verdugos, histéricas, demasiado emocionales o egoístas. 
 

El enfado en los hombres suele ser algo bien visto, un imprescindible que provoca en muchos una sensación de ahogo al sentirse presionados a ser de una determinada manera («el fuerte», «el valiente», «el macho»). Además, el peso social del enfado en la masculinidad lleva a que muchos sean incapaces de expresar su tristeza, reemplazándola inconscientemente por el enfado, una emoción que no está penalizada para ellos.

En el caso de las mujeres, durante siglos el enfado ha sido asociado a la histeria, no sólo social o coloquialmente, también desde la psicopatología, y aún hoy, se nos tacha de poco racionales, equivocadas o locas cuando mostramos que algo nos hace daño o no nos gusta. El enfado parece ser un terreno prohibido para las mujeres, lo que les priva de una herramienta de protección y fuerza para ir hacia lo que quieren.

Además, el hecho de que la ira y la violencia se asocien erróneamente con el enfado como únicas formas de expresión, genera en muchas personas un bloqueo automático de su enfado por la culpa que les genera asemejarse a personas que han podido ejercer maltrato sobre ellas.

(Spoiler: enfadarse no es pegar un grito o cagarse en alguien, aunque a veces, internamente,  necesitamos hacerlo).

En la Terapia Feminista el enfado es una energía que busca aumentar nuestros recursos ante algo que vivimos como un problema, y es también una señal de frustración ante algo que deseamos, necesitamos o es importante para nosotras/os. Básicamente se pone de nuestro lado para poder resolver esa situación que nos está incomodando o doliendo. 

Un buen trabajo emocional desde la Terapia Gestalt impide que el enfado se vuelva contra nosotras/os en forma de ansiedad o tristeza, mientras el enfoque de la Terapia Feminista reduce la culpa que las mujeres y hombres sentimos al vernos incapaces de reconocer o expresar nuestro enfado por estereotipos sexistas.