La Terapia para ser llamada Terapia Feminista tiene que tener en cuenta la carga mental, emocional y física que soportan las mujeres en pareja o con personas dependientes a cargo.
“Hola, Marta. Soy Madre soltera”. Así comenzaba el mensaje de una de las personas que se puso en contacto conmigo a través de esta web (Si me estás leyendo, a ti, gracias por la confianza). Y no había mucho más que decir. Quienes estamos a este lado de la Psicología, quienes nos asomamos al mundo desde el enfoque de la Terapia Feminista, somos capaces de percibir rápidamente y en nuestro propio cuerpo todo lo que conllevan cada una de estas letras: m-a-d-r-e-s-o-l-t-e-r-a.
Hace ya unas décadas, cuando era yo quien se sentaba en el otro sillón, recuerdo hablarle a mi terapeuta de entonces de las dificultades con mi pareja en la asunción de las tareas domésticas. Ella, que no era feminista, me recomendó que buscara a otra mujer que se encargara de ellas y que dejara de pedirle a mi compañero que se comportara como un adulto funcional. Bueno, esto último lo refiero yo, obviamente ella no lo hizo, porque no era Terapeuta Feminista. El resultado de todo esto es que yo me sentí culpable, exagerada, él siguió librándose de hacerse cargo del cuidado de la casa y yo acabé dejándole.
La culpa, el bloqueo del enfado, la tristeza, el trabajo emocional es básico dentro de la Terapia Feminista, del mismo modo que lo es corresponsabilidad y la carga de las mujeres producida por las tareas domésticas y familiares. No podremos avanzar ni personalmente ni como sociedad, si no somos capaces de incorporar las desigualdades estructurales al trabajo terapéutico. Porque tú, que eres m-a-d-r-e, m-a-d-r-e-s-o-l-t-e-r-a o p-a-r-e-j-a, seguro que me entiendes.