Muchas personas inician su trabajo emocional creyendo que experimentar vulnerabilidad es opcional, y que es posible engañarla y dejar atrás eso que identifican como “debilidad”. Esto se debe a que fuera de la Terapia Feminista suele alimentarse la creencia interna de que “sentir” equivale a “debilidad”.
Si has superado maltrato físico y/o psicológico de familia, parejas y amantes, y a la vez te has sacado una carrera, dos postgrados, has viajado por el mundo o confeccionado una imagen de éxito personal y profesional, definitivamente no puedes ser débil, pero puede que te sientas así en algún momento de tu vida. Si siempre has sentido y sientes profundamente el dolor, la decepción, la tristeza, la soledad, la frustración… y sobre todo: la culpa, es probable que también te sientas responsable de lo que te pasó.
La vulnerabilidad es un estado emocional. Es una manera de sentir el mundo que implica sensibilidad, honestidad y confianza, y es precisamente ese estado emocional el que nos permite conectar con nuestros sentimientos más delicados, valiosos y profundos, como son el amor, los temores, las inquietudes y las inseguridades.
Es el estado también desde el que se enfoca la Terapia Feminista, porque nos permite estar en conexión con nosotras y nosotros mismos, y darnos cuenta de nuestras necesidades psicológicas y emocionales.
La vulnerabilidad no es buena ni mala, no es experiencia positiva y luminosa ni emoción oscura, pero sí es la esencia de todas las emociones y sentimientos. Y la Terapia Feminista es tu aliada para dejar de negar tu vulnerabilidad y poder ser protagonista de tu propia historia.