Ser mujer no es sinónimo de ser madre

La búsqueda de la maternidad no es una actividad exenta de riesgos como nos tratan de vender. Desde el “¿Cuándo me vas a dar un nieto?” hasta el “Cómo no lo hagas te vas a arrepentir”, hay una gama de violencias que las mujeres sufrimos y que, desde la Terapia Feminista, implican un trabajo emocional específico.

Hay mujeres que manifiestan su miedo a “no estar a la altura” y a no ser capaz de quedarse embarazadas, como si este proceso fuera únicamente responsabilidad suya, y se culpan, en casos de estados de infertilidad, bajo la falsa creencia patriarcal que identifica maternidad y mujer como un único elemento insalvable.

Además, en las sesiones de Terapia Feminista, es usual observar cómo el trabajo emocional del malestar o dolor individual que implica para muchas mujeres el no poder cumplir con el
deseo de ser madre, se ve entorpecido por multitud de situaciones ajenas a ellas mismas, como el comentario cansino de tu padre cada navidad, los audios de esa amiga pesada que sólo sabe hablarte de lo felicísima que es ahora que por fin es madre o la vecina metementodo que no deja de preguntarte “cuántos años era que tenías”.

Contar con un acompañamiento específico que recoja un trabajo emocional que tenga en cuenta cómo las expectativas ajenas y los mandatos de género dinamitan nuestra salud mental es fundamental para lograr sanar una herida que puede ser la tuya o no, porque, por supuesto, desde la Terapia Feminista: ser madre o no, es tu decisión. 

Porque ser mujer no es sinónimo de ser madre.