Hace diez años aterricé en la Terapia Gestalt de pura casualidad. Como quizá te esté ocurriendo a ti, alguien me habló de una profesional que acompañaba desde un lugar diferente, más humano, sin juicios, y no te voy a mentir, en un primer momento, cuando me planteé la posibilidad de contactar con ella, sentí mucho vértigo.
Por eso sé que no es fácil esa primera llamada, que da miedo, que piensas en el dinero y en la culpa que arrastras por no estar pudiendo resolverlo tú sola/o. Pero también a día de hoy, puedo compartir contigo que esa primera experiencia como paciente la viví como una bocanada de aire fresco, la primera vez en mi vida que me había regalado un espacio propio y una red de seguridad para no “no tener que” seguir caminando, sintiéndome sola/o.
Gracias al trabajo emocional que desarrollé tanto en sesiones individuales como de grupo, aprendí a identificar y a afrontar síntomas y situaciones dolorosas en mi día a día, y a liberarme de bloqueos pasados que estaban impidiendo que pudiera sentirme satisfecha con mi vida, a través de:
Mi primer acercamiento a la Terapia Gestalt se convirtió, en una oportunidad para hacerme cargo de mi vida, de elegir quién quería ser más allá de lo que hubiera podido vivir o me estuviera pasando en ese momento y, además, me abrió la puerta a un futuro profesional de continua formación, trabajo personal y absoluto respeto por las personas a la que acompaño, porque si algo tengo claro, es que sería inconcebible acompañarte si, previamente, no hubiera resuelto mis propios conflictos emocionales.