Cuando la persona “toca narices” en el trabajo eres tú

Desgraciadamente, la mayor parte de las sesiones en Terapia Feminista en las que se hace un trabajo emocional de una situación presente o pasada en el ámbito laboral, suelen estar protagonizadas por personas que han sufrido o están sufriendo actitudes o relaciones de abuso o irrespeto por parte de sus superiores o sus propios/as compañeros/as de trabajo. Digo “desgraciadamente”, primero, porque siento que habitamos un mercado laboral cada vez más hostil e inhumano, y segundo, porque a pesar de lo que nos creemos, en demasiadas ocasiones somos nosotras/os “esa persona” que está haciéndole la vida imposible a alguien en el trabajo.

Tras varias sesiones de Terapia Feminista en las que Yolanda me hablaba de la mala gestión interna de su empresa, un día me comentó que le había puesto un mote a uno de sus compañeros de departamento y que, junto a otras compañeras, se pasaban el día ridiculizándole. Estaba tan enfadada con su jefa porque sentía que la trataba de manera injusta, que estaba volcando toda su rabia en esta persona.

Jorge, sin embargo, acudió a Terapia Feminista porque se sentía desmotivado en su puesto de trabajo (llevaba 18 años en él y no le suponía ya ningún reto) y porque sentía que no tenía una buena relación con su nuevo compañero de área. Profundizando en el trabajo emocional, pudimos identificar que la llegada de este nuevo compañero había activado en él un fuerte sentimiento de inseguridad que le llevaba a cuestionar todo lo que esta nueva persona proponía y a estar constantemente tratando de imponer su veteranía.   

Volver conscientes ambas realidades gracias a la Terapia Feminista, permitió que Yolanda y Jorge pudieran liberar  emociones fundamentales que tenían bloqueadas: la tristeza y el miedo; y entender qué había realmente debajo de su “cabronismo, para poder desactivarlo y salvar de una situación que nada tenía que ver con ella, a esa persona inocente, que hoy puedes estar siendo tú y mañana, quién sabe, quizá sea yo.

Así que hazlo por ti, y hazlo por todas: mira más allá de tus narices, porque muchas veces es ahí donde está la respuesta de lo que realmente te pasa.