Te confieso que como profesional de la Terapia Feminista no están siendo días fáciles. No porque me haya sorprendido que Errejón haya acabado siendo un depredador sexual y un manipulador narcisista, sino por todas las personas que a pesar de saberlo, guardaron silencio. Sobre cómo me siento voy a recomendarte el artículo «Por qué el caso Íñigo Errejón te está revolviendo la tripa», que mi amiga y periodista Laura L. Ruíz ha publicado en el diario El Salto, porque así es exactamente como me siento: montada en el barco de las náuseas y el asco continuo por cómo se ha permitido que este tipo haya sido el abanderado del movimiento feminista en un espacio político como Sumar, legitimándole discursos en los que tuvimos que aguantar que precisamente él, nos explicara que el auténtico feminismo era aquel partidario de la prostitución. Claro que ahora lo entendemos todo.
Volviendo a nuestro asco colectivo, este caso nos repugna especialmente a las mujeres porque todas tenemos más de una amiga que ha sido agredida por un hombre, pero, casualidades de la vida, a ellos les suele costar reconocer entre sus compañeros a algún agresor. Y así andamos, las cuentas no salen.
Dice Iñigo Errejón en su publicación en una red social, muchas cosas cuestionables que abrirían un proceso de Terapia Feminista más bien larguito. De todas ellas, me gustaría señalar el hecho que más se ha mencionado como aparentemente «objetivo»: comenta Errejón que está recibiendo acompañamiento terapéutico por su adicción al sexo. La adicción al sexo existe, como tantas otras, y desde el enfoque de la Terapia Feminista puedes encontrar Terapeutas Sexuales estupendas. Eso sí, querido Iñigo, lo primero que te dirán una vez entres en su despacho será que intimidar, humillar, manosear o penetrar sin que exista consentimiento, no es sexo, es una agresión.
Por que el sexo será deseado (por ambas partes) o no será. El sexo será deseado o jamás será un espacio seguro para las mujeres.